Bad writing always works

La pregunta fue concisa:
"-¿Ha matado a este hombre?"

Llegar a ella le costó 250 páginas, 2 meses de trabajo, la pérdida de un empleo relativamente bien pago, 5 kilos más y una reincidencia en el cigarillo luego de 3 años de no fumar.

Era el primer borrador.

La arquitectura de esa novela estaba diseñada de tal forma que la pregunta, formulada a quemarropa, era la conclusión del trayecto de un asesino serial cuya labor había sido pasada por alto por las fuerza policiales hasta la llegada de un impetuoso detective que, en un arranque de genio, descubrió el patrón de conducta del protagonista.

El escritor estaba pletórico: la planeación meticulosa de los capítulos, los mapas seguidos a pie juntilla para no desbarrancar en la redacción, las fichas biográficas construidas como preparación para ese momento...todo, absolutamente todo, le tenía embriagado.

Escuchó nuevamente la pregunta. Esta vez, a sus espaldas.

-¿Ha matado usted a este hombre?

Pensó que deliraba. Usualmente hablaba para sí mismo en voz alta; también reconocía que en su interior había una voz que no se detenía ni siquiera en sus momentos de descanso. Pero no se equivocaba, alguien lo interpeló, y no de la mejor manera posible.

-No se vuelva-continuó-Levante los brazos muy lentamente.
-Ya. Ya.-Respondió- Si quiere tomarme del pelo, le advierto que no cuento con mucha paciencia.

Observó la pantalla titilante del computador. Allí, en la plantilla del documento, estaba la última oración de la novela que le había costado tanto. ¿Acáso había franqueado alguna membrana espacio-temporal? A lo mejor, tanto café recalentado le estaba costando su último patrimonio: la lucidez.

-De pie-escuchó-Sin movimientos bruscos.
-Como usted diga.

El escritor se levantó de la mesa de la forma menos torpe posible, esto no lo eximió de unos cuantos hijueputazos provenientes de la voz.

-Ahora, vuélvase.

Así lo hizo. Estupefacto por su docilidad, pensó rápidamente en lanzársele encima a quien lo estaba amenazando. Descartada la idea de la locura, el innato sentido de la supervivencia estaba activo y ordenándole proceder a la acción.

Dos disparos bastaron.

La novela aún no había concluido.


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