Skywalker Buendía

Asociamos la épica al prorrumpir de bronces y timbales, no al leve sonar de arpas y flautas.
La desconoce el joven señor Sith, quien no transije en su empeño de sembrar estrellas de la muerte a lo ancho de la galaxia. También omite el sentido su oponente, quien emplea su atención en comprender el haz de luz en sus manos. Sin embargo, el maestro Jedi la conoce e intenta transmitirla, de manera infusa, a ambos. La aprecia el rebelde coronel, quien emplea los restos de su furia en enhebrar hilos de oro en el vientre abierto de los peces muertos que bajan por el Magdalena. Entre ellos conversan y ninguno se entiende: es ruido el sonido de sus palabras.
La épica suena a espíritu adolescente.


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