sobre la compra de un espejo

intento, en general, cuidarme. tengo días muy malos, semanas enteras. a veces tengo par días bonitos. que me rinde, que me cuido, que me cambia el semblante.

parte de ese cuidar de mí tiene que ver con los rechinares de las cosas de la casa, con las manchas y los restos de comida que se pegan en el fondo del vaso de la licuadora.

a veces cuando lavo la loza me concentro mucho. me concentro en el pensamiento de que hay un montón de cosas por fuera del ámbito de mi control: los aspectos de mi trabajo que me generan cansancio, que el fascismo se monta en mi país, ansiedades a propósito de la libertad de mis afectos por personas y el afecto de estas personas hacia mí... un montón de cosas en todo caso. todas fuera de mi control. pero ese residuo que queda de la crema de espinaca que licué, ese sí lo puedo quitar. dejar el vaso limpio, impecable, eso sí está en mi control.

cuidar de mí es aprender a entender y reconocer qué está en mi control (y también cuándo deja de estarlo).

aplica para la cocaína pero también para dejar la cocina bonita. la estufa y los fogones sin residuos, con el aluminio limpio. dejo el tino de la mañana de mañana ya en la greca. que sea solo encender el fogón a las 0546. eso en un buen día.

aplica para ese desnivel que me molesta de la nevera que abro todos los días todo el tiempo. aplica para las plantas, a las que le falta tierra. aplica para ese espacio en la pared de la habitación sobre el que constantemente pienso que le quedaría muy bien un espejo rectangular. aplica para unos posters bonitos que quiero conservar y que siempre digo que voy a enmarcar o entablar. aplica para el deseo que tengo de entallar unas camisas que me quedan largas. aplica para la puerta del baño, que rechina cuando se abre.

recientemente, en unos días de buena racha, exploré el barrio en clave de bienes y servicios. llevé tres camisetas a la sastre de la esquina. se llama claudia. hablamos un rato la segunda vez que fui a recogerlas. me preguntó que yo qué hacía. le dije que vendía mi fuerza de trabajo siendo contratista, pero que no me dedicaba a nada de largo plazo laboralmente. le dije sí que hacía política. me preguntó sorprendida que dónde militaba, que en qué partido. ella me contó que es 'mirista', del partido cristiano mira. hablamos un rato largo. tomó mi número y me dijo que me llamaría para futuras reuniones del mira para que yo los conociera (esto fue significativo. fue posterior a un diálogo sobre los retos de la izquierda para atraer a bases políticas creyentes y sobre los peligros de la captura de las bases cristianas por parte de la ultraderecha colombiana). la veci claudia también me habló de una persona que se la rebuscaba y que pasaba por el barrio vendiendo espejos a buenos precios. me lo contó tras que yo le preguntara por un espejo rectangular bonito que tenía en el local. 'así tal cual quiero uno' le dije.

ella me habló de una marquetería en la esquina. yo ya la había visto. pero ahora era 'la veci' la que me hablaba del negocio del vecino. así pues, par de días después (o sea hoy) llevé cuatro posters para enmarcar. uno de un pliego, dos de medio pliego y uno tamaño carta. me los van a entregar en una semana.

salí de la marquetería y me fui para la esquina para comprar flores para poner en la mesa del comedor. en esas comenzó a llover. de esos comienzos de aguacero que uno sabe que va a ser con toda, aunque dure pocos minutos. a la devuelta con las flores en la mano y ya casi que corriendo para evitar el agua me encontré al señor de los espejos caminando (yo ya lo había visto en otras ocasiones desde la ventana de mi apartamento). llevaba solo dos espejos. le dije que en cuánto estaban. me dijo que en cincuenta pero que me lo dejaba en cuarenta y cinco. le dije que de una y empezamos a caminar casi que corriendo bajo el agua para llegar al apartamento. en ese ratico, dos minutos por mucho, me contó de lo importante que era esa venta para él. me contó que el viernes había estado por el barrio (la sastre me contó) y que le había ido bien. pero que dejó la plata en una alcancía que tenía en la habitación que alquila en el centro y que se le metieron a robarlo durante el fin de semana. 'se me llevaron el televisor', me dijo. la habitación es un alquiler pero el televisor sí era de él, me aclaró. me contó que había quedado en la nada. sin un peso. que ahí donde lo veía no había ni desayunado (eran las dos y cuarto de la tarde). me contó que esos dos espejos se los dio un amigo, también vendedor, para que se hiciera unos pesos para comer, una especie de plante para empezar de nuevo.

llegamos al apartamento. le puso par armellas al marco del espejo. le bajé la plata y un par de frutas. le di las gracias y le pagué cincuenta mil pesos, 'por la mojada'.

el espejo ya está recostado contra la pared en la que estará. necesito poner un chazo.

tengo flores en la mesa del comedor.

mandé a enmarcar una primera tanda de posters.

las materas están bien de tierra.

arreglé ya hace un par de semanas el desnivel de la nevera.

entallé tres camisas. una en particular quedó muy bien.

y la loza, justo en este instante, está limpia.

me falta, entre muchas otras cosas, aplicar aceite tres en uno a los tornillos de la puerta del baño.

pienso en el vendedor de espejos y los reflejos que puede haber en la habitación en la que pasa sus noches. pienso en su hambre.

el espejo me refleja a mí pero representa al país.


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