Quiero escribir pero no sé qué decir. A lo mejor es al contrario: no tengo qué decir, porque no escribo. O mejor, bien puedo escribir muchas cosas, pero ninguna que considere merezca ser escrita y publicada en un blog. No puedo entonces sino convencerme de que solo se trata de escribir para mí, escribir por escribir, sin importar para qué o para quién.
Ese afán de querer decir cosas importantes muchas veces me impide decir cualquier cosa. Un afán estúpido, en un sentido. Delator de mis ansias de gloria y reconocimiento, supongo... Pura vanidad, como diría maese G. Pero, por otra parte, ¿no hay una responsabilidad ética al escribir y hacerlo de forma pública, aun si nadie nos lee? Entre tanta cosa, tanta que es demasiada, escrita y publicada hoy, ¿no deberíamos solo hacer público aquello que tenga algún valor ético, científico, político, estético, etc.? Si solo se va a hablar por hablar, ¿no deberíamos mejor callar? Cierto que podríamos equivocarnos al pensar que algo que decimos tiene algún valor tal. Pero solo el convencimiento de que lo tiene justificaría que lo dijéramos.
Sea como fuere, ahora que algo he escrito me siento mejor, y acaso a fuerza de seguir haciéndolo encuentre algo que valga la pena decir. Y si no, ¿pues qué más da? Entre todas las formas en que puedo malgastar el tiempo -y todo es, a fin de cuentas, una perdedera de tiempo (¿?)- hoy prefiero hacerlo así.