§ Hay días en que nos dejamos impacientar por la estupidez y la poquedad ajenas. Otros, somos suficientemente lúcidos para reconocer que solo nos han irritado la mezquindad y la envidia propias.
§ Hay días en que nos dejamos impacientar por la estupidez y la poquedad ajenas. Otros, somos suficientemente lúcidos para reconocer que solo nos han irritado la mezquindad y la envidia propias.