Ellas dan testimonio de mí.

Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida. Juan 5:39–40 NTV

¿Qué es la Biblia? Un cristiano te diría que la Biblia es un conjunto de 66 libros, que es la Palabra de Dios. Otro tipo de persona podría decir que es un libro mágico. De hecho, algunos lo usan como amuleto. Para otros, la Biblia parece ser un libro de fórmulas o recetas a la manera de “cómo hacer esto”. Hay quienes buscan códigos ocultos en la Biblia. Un no creyente diría que la Biblia es un libro como cualquier otro y para los escépticos la Biblia es un libro para justificar todo tipo de violencia e injusticia en nombre de Dios.

La realidad es que para nosotros los creyentes la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, la cual nos cuenta una historia. Una historia por medio de la cual Dios se revela a sí mismo para que podamos conocerle.

En esta historia hay varios protagonistas.

• Dios el creador del hombre y de todas las cosas.

• El hombre (el representante de la humanidad) creado por Dios a su imagen y semejanza.

• Satanás, el enemigo de Dios, el que se opone a todo lo que es Dios, a todo lo que es de Dios.

• Jesucristo, el redentor prometido, libertador del hombre, el hijo de Dios.

La historia comienza cuando Dios crea al mundo y al ser humano. ¿Por qué Dios crea al hombre y a la mujer? La epístola de Efesios nos dice que Dios hace todo conforme al buen propósito de su voluntad, que él hace todas las cosas porque quiere y le da gusto hacerlo.

Todo lo que Dios hace le produce gozo y lo que Dios crea es producto y objeto de su amor. Dios crea al hombre por amor y lo hace recipiente de su amor.

Un día, el hombre sucumbe a la tentación de Satanás y peca. El hombre cae en desgracia, es destituido de la Gloria de Dios (lo cual se representa cuando es expulsado del huerto) y muere espiritualmente. Se rompe la conexión, la relación con Dios. El hombre queda en bancarrota espiritual, deudor por su pecado y sin capacidad para pagar su deuda. Solo merecía la condenación. Esa era la paga justa por su pecado.

El ser humano quedó sujeto al pecado, gobernado por el pecado.

A pesar de tan oscuro escenario, Dios le da esperanza al hombre. Dios promete redimirlo. ¿Por qué?, porque Dios es un Dios de gracia y él no abandona la obra de sus manos.

La historia de la Biblia, se trata de redención. De como Dios, acerca al ser humano nuevamente a su presencia, como lo restaura y como finalmente todas las cosas serán restauradas conforme a su propósito eterno.

Es por esa razón que en Génesis 3:15 Dios promete un Salvador. Llamado “la simiente de la mujer”, “el hijo del hombre”, “el postrer Adán”, Cristo Jesús.

Él sería el responsable de derrotar a Satanás, vencer la muerte y redimir al hombre de su pecado.

Todo el desarrollo de la historia del Antiguo Testamento gira en torno a esta promesa. Todo estaba enlazado a la redención del hombre.

Esta historia llega a su punto culminante con la llegada del Salvador a la escena humana.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan 1:14

Dios hecho carne, viviendo como un ser humano. La simiente de la mujer prometida en Génesis 3:15.

Este salvador, llamado Jesús, entrega su vida para salvar la humanidad y traer al hombre nuevamente a Dios, porque él era y es el camino, la verdad y la vida.

Esta es la historia de la redención que va desde el primer Adán, destituido de la Gloria de Dios hasta el postrer Adán Cristo, quien entrega su vida por nuestros pecados para que esa Gloria perdida nos fuera restaurada y pudiéramos disfrutar de su presencia.

De eso trata la Biblia. Una historia que no ha terminado todavía porque sigue impactado y transformado las vidas de todo aquel que pone su fe en Cristo Jesús.

Ahora, el problema con los judíos a los cuales Jesús les habla es que no entendieron de que y de quien se trataba la historia de las Escrituras. Como tantas personas que leen la Biblia y no pueden ver el mensaje central y fundamental de la misma.

Cuando Jesús les habla a estos judíos estudiosos de las Escrituras, les habla porque ellos no habían comprendido realmente de que se trataba la Escritura y a quién señalaban.

Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Juan 5:39

Por lo general, este versículo se utiliza para enfatizar la necesidad de escudriñar las Escrituras. Es cierto que tenemos que escudriñar las Escrituras.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16–17 RVR60

Sin embargo, aquí Jesús no está dando una orden,1más bien está indicando un hecho. Jesús se está refiriendo al hecho de cómo y para que ellos estudiaban las Escrituras. Jesús no les recrimina el que escudriñen las Escrituras. Ellos eran grandes estudiosos de la Torah.

Pero Jesús les señala que, aunque estudiaban con diligencia las Escrituras, no podían ver a quién señalaban las Escrituras, esto es, a Cristo. Ellos entendían que en las Escrituras encontrarían la vida eterna, pero no podían ver al que daba la vida eterna. El estudio de las Escrituras para ellos se había convertido en su fin y no el medio para llegar al fin. Se aferraron a la letra y a sus interpretaciones. Pusieron un velo en sus ojos para no ver a quién señalaban las Escrituras.

Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida. Juan 5:39–40 NTV

Ellos tenían el mapa (la Escritura) y buscaban el tesoro (la vida eterna). Se fascinaron con el mapa, pero no vieron a donde señalaba. Se perdieron en sus propias interpretaciones. Tenían sumo cuidado en escudriñar las Escrituras, pero tan preocupados por la letra se les escapaba el espíritu.

Cristo quería hacerles ver que, por mucho que escudriñaran la letra de las Escrituras, no les aprovecharía para la vida eterna, si no lo podían ver a Él en las Escrituras. Jesús les está diciendo: yo soy el tesoro, las Escrituras me señalan a mí. (La ley, los salmos, los profetas)

Es triste pensar el enorme tiempo que los escribas dedicaban a la lectura, sin captar la verdad. Ese peligro también existe hoy en día. Ellos estaban tan atrincherados en su sistema religioso, que se negaron a permitir que el hijo de Dios cambiara sus vidas. Las Escrituras señalaban a Jesús, la vida que estaba delante de ellos.

y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Juan 5:40

Por eso comencé al principio señalando que la Biblia es una historia, una historia de redención, la cual de principio a fin nos habla y señala a Cristo.

Si no podemos ver a quien nos señala la Biblia perdemos el tiempo porque perdemos el punto principal, el centro de todo.

Las Escrituras, la Biblia, tienen el propósito de revelarnos a Cristo. Allí podemos encontrarlo y encontrarnos con Él. Cuando entendemos esto, nuestra forma de leer la Biblia cambiará. No estudiaremos solo para recolectar información o memorizar versículos bíblicos.

Las Escrituras son inspiradas por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo que mora en el creyente da testimonio de Cristo y las palabras de Cristo son espíritu y vida. Por lo tanto, cuando leemos la Biblia y la estudiamos con sinceridad y humildad, debe producirse en nosotros un incremento de Cristo, un conocerlo más.

La verdad de Cristo nos va siendo revelada y esta nos va haciendo libre. Se nos revelan las verdades que son realmente importantes para el ser humano. Cuando comenzamos a ver y a creer esas verdades, estas transforman nuestras vidas. Porque la Biblia es la revelación de Cristo, del Cristo que viene a darnos vida. Cuando buscamos al Cristo vivo en las Escrituras, estas cobran vida, pero cuando buscamos cosas superfluas, estas se convierten en letra muerta.

Cuando comencemos a ver a Cristo en la Escritura, nuestro corazón comenzará a arder

Entonces Jesús les dijo: “¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?” Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él. Lucas 24:25–27

Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? Lucas 24:30–32

Es interesante que ante la incredulidad de los discípulos que iban de camino a Emaús, Jesús no les dijera quién era, que él era Jesús, que había resucitado. En lugar de eso, él toma las Escrituras y comienza a enseñarles lo que estas decían de él. Como Jesús les había dicho a los judíos anteriormente. “Y estas dan testimonio de mí”.

Cuando estos discípulos más adelante se dan cuenta de que quien hablaba con ellos era Jesús, ellos testifican y dicen:

¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

El Espíritu Santo vive en nosotros y se nos ha dejado el testimonio de la Palabra. Cada vez que leamos la Escritura, Jesús estará hablándonos, revelándose a nosotros. Nuestros corazones arderán, porque lo estaremos escuchando a él.

Escudriñemos las Escrituras con ahínco, con deseo, con minuciosidad, pero hagámoslo reconociendo que allí encontraremos a Cristo.

Encontrémonos con Cristo en la Escritura. Cuando esto ocurre habrá un incremento de Cristo en nuestras vidas, porque Cristo nos será revelado, Cristo nos será impartido.

Vallamos a la Escritura con hambre de Cristo y pidámosle al Espíritu Santo: revélame más a Cristo.

No leamos la Biblia para encontrar algo, sino para encontrar alguien. Aquel que se quiere revelar, aquel que quiere darnos vida, Cristo Jesús.

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  1. El verbo escudriñad, que es como se usa en la Reina Valera 60, tiene dos opciones: o imperativo (escudriñad) o indicativo (escudriñáis). En el gr. las dos formas se escriben igual y el contexto normalmente determina cuál corresponde. Aquí el contexto sugiere el modo indicativo.. 


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