Los tres bambinos italianos

¿Os he contado alguna vez lo de los bambinos italianos?

Un día, cuando la Guerra, estábamos buscando alemanes en aquel pueblo italiano que ya no me acuerdo como se llama. Montenosequé creo que era. Todavía quedaba mucho para terminar la maldita guerra, eh. Era 1944, creo. No veíamos el día de terminar con aquel infierno. Nos decían que íbamos bien y avanzábamos, pero cada día se nos hacía eterno.

El caso es que en el pueblo ese que os digo íbamos como en los anteriores, en operación de salvamento y limpieza. Marchábamos por parejas y tocaba ir puerta por puerta, ¡ni una casa podía quedar! Abríamos a la fuerza, entrábamos jurando en arameo y mirábamos por todos los huecos. ¡La tensión que pasamos esos días! Nos estábamos jugando el pescuezo. Siempre quedaba algún nazi cabrón por allí escondido y a veces los hijos de su madre nos mandaban una ráfaga a modo de despedida antes de que los dejásemos listos de papeles. Así que eran muy peligrosas esas misiones. Pero no nos quedaba otra, no podíamos marcharnos a otro pueblo hasta liquidarlos a todos.

Y en esas que pasamos a una casa como otra cualquiera. No se oía nada, claro. En todas las casas era igual, como si estuvieses en un camposanto. Entonces entré al salón y vi que un cesto grande se movía. ¡Mira, ya habíamos pillado a uno! Apunté al cesto y me cague en todo mientras gritaba que quién demonios estuviese ahí dentro diese la cara entendiese inglés o no. "¡SAL DE AHÍ, CABRÓN!". Cuando de repente, desde otro lado, apareció una mujer dando chillidos como si estuviesen sacrificando a un cochino. "¡Bambino, Bambino, Bambino!".

La mujer se puso delante mía y al principio no sabía que hacer porque si disparaba la iba a dar y vete tú a saber si no estaban poniéndonos una trampa, pero gracias a Dios bajé el fusil. ¿Y sabéis lo que pasó? Pues algo que aún me pone la carne de gallina. Muchacho, ¡qué sorpresa cuando se abrió el cesto y aparecieron tres críos! ¡Uno detrás de otro!

Jack y yo empezamos a reírnos entre la alegría y el alivio porque habíamos estado a punto de cargarnos a esas tres criaturas. Virgen santísima que suerte tuve aquel día.

Todavía me acuerdo perfectamente de aquello. Fue el mejor día de toda la Guerra. El día que más contento estuve hasta que los alemanes se rindieron. ¡Y no miento! ¡Mirad que cara de felicidad en la foto!

Martin Adler, que ahora tiene 96 años, es el soldado protagonista de esta historia. Después de meses encerrado por el confinamiento, su hija trató de animarle recordando cosas bonitas de su pasado e inició una campaña en Internet para encontrar a los niños italianos de la foto. Poco después, gracias a un periodista italiano experto en la Segunda Guerra Mundial, la búsqueda apareció en un programa de televisión italiana y una nieta de los entonces niños los reconoció. El periodista los juntó para una foto —los tres siguen viviendo en el mismo pueblo— y los conectaron por vídeo llamada con el soldado americano que ahora vive en Florida. Ingenuidad o no, cuando se pueda volver a viajar con seguridad Adler dice que quiere visitarlos.

La historia me ha parecido preciosa y emotiva por los 76 años que han pasado desde aquel encuentro y la cantidad de vivencias que tienen que acumular los cuatro protagonistas en estos tres cuartos de siglo sin verse con aquella guerra de por medio.

More from Meditando
All posts