Adiós adolescencia...

Tenemos la manía de crecer. Qué le vamos a hacer, habrá que seguir adelante. No hace mucho cerré una de las etapas más relevantes de todo nuevo joven, su adolescencia... Una etapa que suele estar marcada por chismes, historias de amor, revoluciones hormonales, y cómo no, las ideas más locas y absurdas fusionadas con el surrealismo, en un ámbito escolar, dando lugar a un cóctel molotov de abundantes experiencias que recordar. Nada puede salir mal, ¿No? A priori, estar a finales de curso, haciendo un examen de matemáticas, con 38º en una clase que huele a choto. Esa experiencia la hemos tenido que pasar todos.

El Instituto ha dejado una huella bastante considerable. Normalmente estas cartas de despedidas suelen abordar la parte magna de cada etapa. No sé quién decía que solemos olvidar lo malo de una fase, y quedarnos con las mejores memorias, aquellas que más disfrutamos, o que más nos marcaron. Pienso que, al igual que se hace una biopsia de la historia del mundo, también hay que hacerla a la del individuo, inmiscuyendo en lo positivo, como lo negativo.

Empezaré con sacar los trapos sucios, por que son pocos. He de decir que, desafortunadamente, tanto de compañeros de clase, o incluso de algunos profesores, he tenido que aguantar bastante rabia y envidia dirigidos hacia mi persona, o en su mayor medida, el tratar de "pisotearme", por mi tendencia de ir más allá de la frialdad de las aulas, pues desde la Primaria tengo la necesidad de relacionarme y establecer vínculos con mis maestros, y conocerlos, y esa actitud me ha asentado las bases para poder conocer a varios de los personajes con los que he tenido oportunidad de trabajar... Desde el más republicano, hasta el más académico. Hay de todo. Son esos vínculos profesionales y personales que han permitido el saber la historia que hay detrás de aquellos que diariamente se levantan para enseñarnos, al igual que los proyectos que he tenido oportunidad de participar, los que han hecho que mi travesía por el Instituto haya sido tan carismática. A aquellos que trataron de dificultar mi travesía, con repetidas amenazas y obstáculos, no les guardo rencor, ellos tendrían sus motivos, por que, no tenemos que calar bien a todos.

Lanzando los trapos sucios a la lavadora, hay que analizar lo positivo de la etapa. Otra característica que ha hecho tan curiosa mi travesía por el instituto han sido los compañeros. Qué decir, que incluso al más mequetrefe le guardo cierto cariño. Han sido todos únicos, y muchas veces, el más impertinente ha resultado ser el que más grande tenía el corazón.

Como penúltimo punto, hablar de las amistades forjadas con esfuerzo y sudor, las que me acompañan todos los días. Muchos personajes únicos y muy carismáticos. He de quererlos, por muy sociópatas que pueden llegar a ser... Siento que soy muy afortunado por tenerlos.

Finalmente, la travesía por el Instituto me ha dado la oportunidad de conocer a mi actual pareja. Aquella que todos los días está a mi lado, acompañándome en este trayecto que es la vida. No sé cuánto tiempo estaremos caminando juntos, pero por lo pronto, que sea bastante.

Toca cerrar este capítulo del libro de mi vida. Empieza una nueva etapa, la de Alumni de la Universitas, con muchas interrogaciones envuelta por la ilusión de descubrir una nueva realidad. A todos mis profesores de Instituto, gracias. Y a aquellos que me han dado la oportunidad de conocerlos más allá de los pocos metros cuadrados entre cuatro paredes que llamamos clase, mil gracias. A mis compañeros, desear lo mejor, los recordaré con mucho cariño, y dedicarles los siguientes tópicos literarios: tempus fugit, carpe diem, memento mori.


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