Tuesday, Jan 7, 2025 at 3:10 AM
January 7, 2025•399 words
Frecuentemente, ciertas personas me preguntan en torno al sentido de la vida.
En un sentido muy nihilista, se enfatiza que el universo no tiene sentido en sí mismo.
Sin embargo, lo que puedo decir, desde un punto de vista espiritual o religioso naturalista, es que esto no me parece correcto. La falacia está en buscar el sentido de la vida fuera de nosotros mismos.
Es cierto que el cosmos actúa por sus propias leyes, sean deterministas (como la mecánica clásica) o indeterministas (como la mecánica cuántica). Estas leyes son amorales: actúan ciegamente por las cualidades mismas de los objetos del universo y sus relaciones con otros objetos sin importar si algo es bueno o malo.
La gravitación actúa sobre todas las cosas, sean para bien o para mal. Es más, la inmensa mayoría de los seres vivos solo actúan instintivamente, siguiendo sus propios impulsos que les han permitido sobrevivir dentro de las restricciones genéticas, ambientales y de otra índole.
Pero se nos olvida que nosotros, los seres humanos, somos "cosa de estrellas", como decía el gran Carl Sagan. Somos el universo que se mira y se comprende a sí mismo. Como diría él: "Somos la encarnación local del Cosmos que ha llegado a su autoconciencia. Hemos comenzado a contemplar nuestros orígenes: somos cosa de estrellas contemplando las estrellas".
En mis reflexiones en torno a la filosofía estoica y su relación con el Nuevo Testamento, menciono el hecho de que para Pablo el pneuma era una sustancia divina estelar, no algo con grado de abstracción (aunque todavía físico) como pensaba Platón.
Para Pablo, muchos antiguos y, especialmente, los estoicos, los seres humanos somos esencialmente carne hecha a partir de la materia primitiva. Sin embargo, al final de los tiempos, decía el emisario de los paganos, el cuerpo carnal de los fieles vivos se transformaría en cuerpo pneumático; un cuerpo divino estelar, celeste.
La belleza de la espiritualidad y la religiosidad naturalista es el darse cuenta de que ese cuerpo estelar ya lo tenemos.
Cada átomo de nuestro cuerpo procede en última instancia de las estrellas.
Del polvo de las estrellas venimos y hacia ellas regresaremos.
¡Ya somos divinos!
Y en calidad de ser parte dinámica de esa divinidad, nosotros somos el universo que se da sentido a sí mismo.
Y en ese entusiasmo, participamos íntegramente de los procesos celestes de la divina Realidad Última de todo lo existente.