Saturday, Jan 11, 2025 at 5:49 AM
January 11, 2025•339 words
Una cosa que me da curiosidad es la susceptibilidad de muchas personas a una falsa noción de profundidad. Lo que parece misterioso, erradamente se interpreta como profundo.
Por ejemplo, nada es más claro para nuestro sentido moral y ético más elemental que matar hijos sin motivo o justificación válida alguna es algo que, en principio, debe ser condenado por todos.
Si alguien escuchara una voz que le mandara matar a su hijo o hija, no solamente esa persona sería condenada por todos, sino que no permitiríamos que un sistema de justicia lo pasara por alto.
Sin embargo, cuando un libro con autoridad religiosa, digamos la Biblia, o un líder religioso da como ejemplo a seguir un personaje al que se le mandata el sacrificio de su hijo, y este procede a actuar de esa manera, inmediatamente cambiamos nuestra actitud y queremos pintar esta situación chocante como un "misterio profundo".
Aquí no hay tal misterio en absoluto, sino una mezcla de maldad con servilidad. Lo que hizo Yahveh fue dar un mandato perverso, y lo que hizo Abraham era digno de rechazo total.
Un dios que exige algo tan malvado como eso merece el rompimiento de toda fidelidad y alianza.
Esto me recuerda a José Saramago cuando dice en su novela Caín, en su versión de los hechos acontecidos en lo que Saramago llamaba "El libro de los disparates":
"El lector ha leído bien, el señor ordenó a Abraham que sacrificase al propio hijo. Con la mayor simplicidad lo hizo, como quien pide un vaso de agua cuando se tiene sed, lo que significa que era costumbre suya, muy arraigada. Lo lógico, lo natural, lo simplemente humano hubiera sido que Abraham mandara al señor a la mierda".
Y lo interesante de esa novela es que fue Caín el que le salvó la vida a Isaac. Esta ficción de la novela Caín es sencilla porque es ética y racionalmente evidente, pero genuinamente profunda porque cuestiona el mandato dado por una figura de presunta autoridad moral, como el dios de la Biblia.