Apps antiprocastinación

Hace tal vez un par de semanas, el tema de conversación en la clase de español que dicto en la universidad fue distribución del tiempo y hábitos de trabajo. La inmensa mayoría de los estudiantes, para sorpresa de nadie, admiten ser procastinadores empedernidos y tener grandes dificultades para poder desencolarse de las redes sociales, no ya solo para estudiar, sino incluso para cosas como concinarse o dormir. También me contaron algunos de ellos, al preguntarles por las estrategias que utilizan para lidiar con ese problema, sobre dos aplicaciones para evitar las distracciones digitales: Flora y Forrest. Todos quienes dijeron usarlas atestiguaron que les son muy útiles y las recomendaron a sus colegas.

Ambas aplicaciones funcionan igual: el usuario pone a correr un temporizador por un lapso de tiempo durante el cual quiere o necesita concentrarse en alguna actividad. Cuando se activa el temporizador, empieza a crecer un árbol. Si el usuario se sale de la app para irse a otras, que también puede predeterminar, por ejemplo juegos o redes sociales, el árbol muere. A medida que el usuario cumpla las metas que se pone, irá creciendo su propio bosquesito, y acumulará puntos que le permitirán desbloquear nuevos árboles y plantas.

(Además de motivarse para no distraerse, en Flora el usuario puede organizar sus actividades y objetivos en to-do lists y llevar regristro de sus progresos. Incluso puede usarla conjuntamente con otros usuarios para proyectos grupales. Y si acaso el usuario tiene inquitudes ecológicas y sociales, puede financiar a través de la app a una 'comunidad local' en África, Suramérica o el Este Asiático para que siembre y conserve un árbol físico. El usuario tiene la promesa, entonces, no solo de ser más eficiente en el manejo de su tiempo, sino de ayudar a que haya 'un mundo más verde' y 'proveer asistencia económica a quienes más la necesitan'.)

¿Por qué funcionan estas aplicaciones?

La solución que ofrecen es solo aparente, y un poco perversa. El usuario, en efecto, logra concentrarse en sus actividades en el mundo no-digital gamificándolas en el digital. Incapaz de cesar la gratificación que obtiene dentro de la pantalla, convierte su vida fuera en una función más de su smartphone. En lugar de desintoxicarse, traslada, manteniéndola así incesante, la estimulación digital a sus otras ocupaciones. En suma, Flora y Forrest no resuelven la adicción. La profundizan, pero estabilizan algunos de sus efectos perniciosos, incrementanto el goce al tiempo que permiten que el adicto sea funcional y productivo (y hasta socialmente responsable, si dona a la siembra de las comunidades locales tercermundistas). ¿No son toda una perfecta instanciación de nuestra incapacidad de lidiar con las verdaderas causas de las verdaderas consequencias de los problemas que trae aparejados el capitalismo imperante? ¿O será que estoy leyendo demasiado Mark Fisher?


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