El Sermón de Pocajuntas

El Tlacayo Sintaleca subió al Monte Congéneres a compartir su Sermón del Siervo Ambiestalista frente al Hermano Sol y la Hermana Armadilla. Debido a que el Sol no habla y las armadillas no escuchan bien en general (la más conocida de las especies de armadilla endémicas al continente Terrestre, la armadilla Fileta, tiene uno de los oídos más exquisitos del reino animal, el cual puede compararse con el oído de los murciélagos avispos de la Selva Negra, lo cual ha popularizado la especie de que las armadillas en todas sus especies son muy buenas escuchadoras), el sermón fue conocido por los historiadores como el Sermón de Pocajuntas en el que el Tlacayo arremetió en contra de los arrebatos de orden sexual (el Tlacayo se incomodó visiblemente al usar esta palabra según el recuento oral de la Ardilla el cual fue registrado por escribanos bonaerenses unos doscientos años después de la muerte de la Ardilla y el cuya veracidad a sido puesta en duda por escolares y escolapios, por no decir moros y cristianos y dimes y diretes, hasta la fecha). El Tlacayo es conocido en la actualidad por sus arengas en contra del abandono a los sentidos que en la época actual y con una sociedad consumida por el exceso y sin depósitos de dopamina suenan más bien cómicos. Sin embargo, en este día infausto, habló acerca del cambio climático y los peligros para el ambiente de una revolución industrial sin freno. Ya nos habíamos chingado los bosques y ahora vamos por la atmósfera, dijo. Esto fue cerca del año 1900, cuando muy poca gente estaba había oído hablar del cambio climático. Entonces, como hoy, la humanidad desoyó al Tlacayo y sus mensajes en pro de la frugalidad. Es más, un cazador le dio un tiro en la cabeza. No se sabe el lugar de descanso eterno de los restos del Tlacayo. Sus seguidores han instalado diversas urnas votivas a lo largo del Monte Congéneres a donde dirigen sus anuales peregrinaciones.


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