¿Me amas?

Entonces, cuando habían acabado de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Juan 21:15 LBLA

La historia de Pedro es un testimonio conmovedor del infinito amor y misericordia de Jesús. A pesar de nuestras fallas y debilidades humanas, Jesús está siempre dispuesto a restaurarnos y guiarnos hacia su propósito divino.

En esta entrada reflexionamos brevemente sobre la restauración de Pedro, haciendo énfasis en el significado de la triple pregunta de Jesús: “¿Me amas?”.

Al comienzo de su ministerio, Jesús se encontró con Pedro y otros discípulos junto al mar de Tiberias, prometiéndoles convertirlos en “pescadores de hombres”. Sin embargo, el camino hacia el cumplimiento de esta promesa estuvo marcado por pruebas y tribulaciones. En el momento crucial de la pasión de Jesús, Pedro, a pesar de sus afirmaciones de lealtad inquebrantable, negó conocer a Jesús tres veces. Este acto, realizado por miedo e incertidumbre, dejó a Pedro devastado y lleno de remordimiento.

Después de su resurrección, Jesús, en un acto de profundo amor y compasión, buscó restaurar a Pedro. En una aparición junto al mar de Tiberias, Jesús se reveló a Sus discípulos, incluyendo a Pedro, y compartió una comida con ellos. Este escenario, evocando su encuentro inicial y la promesa de convertirlos en pescadores de hombres, preparó el escenario para la restauración de Pedro.

Jesús, con la intención de abordar las heridas del pasado y reafirmar el llamado de Pedro, le preguntó tres veces: “¿Me amas?”. Es importante destacar que las dos primeras veces, Jesús usó la palabra griega “ágape”, que describe un amor sacrificial e incondicional, similar al que Él demostró en la cruz. Es como si le hubiera dicho: “Pedro, ¿me amas incondicionalmente?” Pedro, incapaz de corresponder a la intensidad del amor de Jesús, respondió con “fileo”, que denota afecto y amistad, algo así como: “Jesús te quiero”. La tercera vez, Jesús empleó la misma palabra que Pedro, “fileo”, reconociendo la lucha interna de Pedro y su incapacidad momentánea de experimentar “ágape”.

La triple pregunta de Jesús no fue un interrogatorio, sino una oportunidad para la restauración. Cada pregunta representaba una oportunidad para que Pedro confrontara su negación, se arrepintiera y reafirmara su amor por Jesús. Las respuestas de Pedro, aunque llenas de vergüenza y dolor, reflejan un amor genuino, aunque imperfecto. Jesús, en Su infinita gracia, aceptó el amor de Pedro y lo comisionó nuevamente, diciéndole: “Apacienta mis corderos”, “Pastorea mis ovejas” y “Apacienta mis ovejas”.

Es importante destacar que el amor a Jesús no se mide solo con palabras, sino también con acciones. Con cada respuesta de Pedro, Jesús le da un encargo relacionado con el cuidado de sus ovejas. Amar a Jesús implica obedecer sus mandamientos y servir a los demás.

La historia de Pedro nos enseña que el amor de Jesús es incondicional y Su perdón, ilimitado. No importa cuán profundas sean nuestras fallas, Jesús está siempre dispuesto a restaurarnos si nos acercamos a Él con un corazón arrepentido. Al igual que Pedro, estamos llamados a amar a Jesús con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Nuestro amor por Él debe reflejarse no solo en nuestras palabras, sino también en nuestras acciones, sirviendo a los demás y siguiendo fielmente Su llamado. La historia de Pedro es un recordatorio conmovedor de que, en Cristo, siempre hay esperanza de un nuevo comienzo.

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