Mayo 7

Un amigo me dice que extraña a la novia en medio de la pandemia y que están mirando cómo pueden encontrarse durante el aislamiento. Le digo que ahorita es necesario hacerse la pregunta ¿qué es lo verdaderamente amoroso en esta situación? Me dice que es la carne la que llama y no la razón y me envía una canción de Iggy Pop "Love's missing". Bonita canción. Yo también he sentido el deseo de salir para evitar que se me pudra la carne en este encierro.

Le digo que igual hay que aprender a rascarse. A uno lo pica un zancudo y le clava un veneno que deja una comezón insoportable. Uno se rasca automáticamente y el alivio es infinito. Si a uno lo pican dos veces el infinito placer instantáneo se duplica. Pero si a uno lo pican mil veces ya uno empieza a pensarse la rascada.

Rascarse es clavarse las uñas en la propia piel para arrancarse una protuberancia resultado de la reacción a un otro. Si uno se rasca, alivia el dolor que significa esa reacción de manera inmediata y por la eternidad que puede durar un instante. ¿Quién no quiere eso? La vida es eso, podría decirse, un dolor que a veces se alivia, y cuando se alivia toda ella cobra valor. Puede uno decir, también, que el motor de la vida es el deseo, y su único fin el placer. ¡Hay que rascarse! Pero cuando uno tiene mil ronchas y se las rasca todas, termina por arrancárselas y dejarse unas heridas abiertas que duran mucho tiempo en sanar.

A veces, cuando se tiene mil ronchas, es mejor acostumbrarse a la comezón, vivir con ella. Aceptar el veneno que le dejó a uno el zancudo con su probóscide como parte de la piel. Permitirse sentir la comezón puede resultar en un tipo de placer más refinado que el alivio. Si la vida es un dolor que a veces se alivia, aceptar la comezón puede volverse un vivir pariendo vida. Si la vida es un deseo, y su único fin es el placer, aceptar la comezón puede volverse en un placer muy refinado y deseable.

Lo digo en serio, ¡aguántese! Todos tenemos una "l" atravesada en la mitad de la vida en este rato. Yo igual puedo decirlo fácil porque hace tiempos que nadie me invita a sus carnes y no volvió el zancudo que me picaba.


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