La última flor

Más que por la virtud de su arquitectura, destinada a provocar admiración en las inteligencias superiores que hallaría en su recorrido por el universo, Gertrude, el algoritmo, era valorada por ser un testimonio antropológico de dimensiones incalculables. Al eslabonar de manera infinita el aforismo "Una rosa es una rosa es una rosa", transmitía el valor excepcional de la flor sobre la que bardos y escritoras construyeron las literaturas de la tierra. Flor de la que, en un atisbo de torpeza común a la especie, no se había conservado semilla o material alguno que permitiera, a esas mismas inteligencias superiores, recrearla genéticamente.


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