El destino del patrón

Antes de caer abatido, Pablo Escobar insistió ante su biógrafo que él no era responsable de los magnicidios que le atribuía el estado colombiano. Al menos, no el de Galán, detonante de una persecución encarnizada cuya culminación aguardaba por él en la terraza de esa casa de interés social, su refugio por dos meses. Todo era un complot, decía, del que él había sido instrumento, «Es que usted no sabe quiénes están detrás de todo esto», fueron sus últimas palabras antes de intentar el escape que concluyó su vida, minutos después, a manos de mercenarios entrenados por el gobierno israelí.


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