días de cuarentena. día 143. fenchui bogotano

mudanza.

la alcoba nueva tiene hartas ventanas. casi tantas como la habitación pasada aunque organizadas de manera distinta. hay una que da a una escalera. podría sentarme alguna vez a ver salir a todos los residentes en un día normal. si hubiese todavía de esos, si quedara alguno.

ya tengo cortinas. el frío estuvo teso las dos primeras noches pero estaba preparado. la primera noche acostado en la cama ante los ventanales y el viento pobremente contenido me sentía en alguna ocasión cualquiera en que haciendo un viaje en flota se me hubiese olvidado la cobija para protegerme del frío. eso sí que es frío.

la nueva ventana da también a un árbol. lindo y frágil. creciendo en un pedazo de tierra fértil en medio de una totalidad de concreto estéril. básicamente uno es ese árbol: lindo y frágil. tal vez solo frágil.

la primera noche fue para mí. ya otras serán para otros. pero esa, la primera, era definitivamente para pasarla conmigo mismo.

en lo que cabrá referir como un resultado propio del fenchui bogotano me parece un hecho de absoluta belleza y sorpresa que ya con el cuerpo reposado en la cama y mirando lo que se alcanza a ver desde mi horizonte -y para ello fue fundamental no tener cortinas las primeras noches- me encuentro con el letrero que está en la punta de un edificio se ve desde acá, desde esta ventana. aunque no alcanzo a leer el letrero este es inconfundible e inolvidable, sus colores, su forma: lotería de bogotá.

y me sonrío por muchas cosas. entre ellas que yo sé que me la gano todos los días porque estoy vivo. reposo la cabeza sobre la almohada y pienso en eso.

me preocupa el ají de mesa. la mudanza lo golpeó. espero que se recupere.


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