El día que Kurt Cobain cayó de la bañera

En una de sus cuatro vidas, Kurt Cobain cayó de la bañera. Estuvo inconsciente por tres minutos. Fue la beba, Frances Bean, quien lo encontró. Abajo en el garage, Courtney le hacía una fellatio al camello que surtía de drogas a la familia Cobain-Love.
No había nadie que pudiera ayudarlo.
Era 5 de abril.

En una entrevista exclusiva para Rolling Stone, Kurt describiría su sufrimiento durante esos tres minutos. Fue una pesadilla sin final aparente en la que Courtney y el camello organizaban un complot para matarle con el rifle que le regaló William Burroughs en la primavera del noventa y tres. Le dispararon en el garage justo después de que Kurt los descubriera copulando sobre la mesa; ambos venderían la idea del suicidio, corroborada por la usual torpeza policial. Asistiría a su velorio, y posterior cremación, mientras era triturado por los medios, que lo ubicaban en el nefasto club de los artistas muertes antes de los 30. Después contemplaría la desintegración de lo que más amaba, su banda y su familia. Novoselic, un cero a la izquierda, Grohl, de esencia traidor, haciendo réditos con una banda mediocre en la que tocaba ese eterno segundón, Pat Smears. Le dará la razón a Frances Bean en alejarse de su madre; Courtney, mientras tanto, posará de viuda, hasta que su destino final se cumpla... muchas vidas adelante.

Lo que más le dolerá a Cobain, que tiene en alta estima su obra, es que su mensaje se habrá diluido entre repeticiones televisivas, rockumentales, y camisetas estampadas con su figura, repetidas hasta el cansancio alrededor del planeta. Hasta un español escribiría un libro sobre él. Pero nadie, absolutamente nadie, prestará atención a sus canciones.

—Fuck, man —le dijo a Jan Wenner, mientras apretaba su biblia de cuero— I screwed all things up.


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