Irresoluble (1)

Para su último caso, González investigó sobre la antropomorfización de las formas animales. Había regresado a la biblioteca pública muchos años después de su paso por la academia de criminalística. Desde el momento en que acudió a la escena, su intuición le advirtió de la sinsalida que emanaba ese caso, a cuyo ruido él atribuyó, con posterioridad, la pérdida del sentido general de su existencia.

Su intuición nunca le falló.

Jaramillo olió la chamusquina. A diferencia de los colegas, estaba dispuesto a tender una mano de forma desinteresada. Para él, cada caso conectaba en un caso cuya extensión era urbana. Un caso de casos. "Meta", afirmaba Cardona, entre burlas; él también muy ocupado con el asesino de las funerarias, pero listo para atacar a los que se interpusieran en su camino a la cúspide.

El detective González ganó laureles en la resolución expédita de crímenes pasionales, por lo que el descuartizamiento de un hombre trans en un pagadiario de la Caracas con 21 no supondría un atolladero para su carrera. "Error de cálculo", susurró Jaramillo a los oídos de Milagros; luego se levantó de la cama y, al acercarse a la ventana, madreó tres veces a la avenida abandonada de dios desde hacía tantos años.

Cuando González levantó el papel, manchado con las vísceras del trans, no emitió una frase contundente. Solo atinó a señalar que la evidencia estaba ubicada entre los restos desperdigados de lo que había sido un hígado, mascado por los gatos de la residencia.

Después de ese acontecimiento llegó el delirio.

Era un collage con un montaje en tipo Tahoma, 48 de punto, desperdigado en el marco de una escena memética que Jaramillo recordaba claramente.

"Las cabezas del negro del WhatsApp y el gato vegetariano están intercambiadas. La franja de letras y números reza: 100-15 Lo Mismo Magdalena 15-100 magdalena lo mismo.
Un sinsentido".

Por lo burdo el meme les hizo reír a ambos durante el tiempo en que compartieron el caso; González le contó que estaba a punto de la carcajada en la escena del crímen, pero mantuvo la gravedad acorde con su rango. Bastaron dos o tres hijueputazos para calmar a los lavaperros que estaban con él.

Mas no fue suficiente. Luego de salir por un tinto a la 13 con 22, además de la punzada que le estaba brindando su intuición, Cardona se acercó a ofrecerle un peche. Sabía que González no fumaba, pero no eludía la cortesía cuando había que proceder a lamber al superior de turno.

"Recuerdo compartir al negro de WhatsApp con el audio de los gemidos. Eso fue hará dos años antes de la gripa. Mire González que el gato más bien poco. Ése le gustaba a mi mujer y a los hombres que les gusta el amor por la cola. A los millenials, usted me comprende, mucho a los de Chapinero, y a otros más que pateaban con la izquierda"

González, poco amigo de las obviedades de Cardona, reviró.

"Todos fuimos lo mismo"

"Así me lo contó. No dejó de repetirlo mientras Cardona subía y subía... no por el caso de las funerarias, que sigue archivado y ya con vencimiento de términos". Jaramillo volvió al regazo de Milagros. La mujer solo escuchaba. El gato lo recordaba porque en la universidad algunas lo compartían en los grupos de WhatsApp.

"Todos fuimos lo mismo" le contaron a Jaramillo que fueron las últimas palabras de González antes de caer en la 4 con 3, baleado por dos asesinos cuyas cabezas, alteradas por hologramas, eran la vívida representación del gato y el negro.


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