El revisionismo y Roberto Bolaño

El autor se encontraba a la mitad del Atlántico curando una playlist para Spotify.

Por supuesto, dudaba: Bolaño tenía que responder a un un delicado balance de conveniencias entre españoles, argentinos y mexicanos; chilenos, salvadoreños, colombianos…los demás, bueno, anomalías o notas al margen.
No era fácil para el autor, que comparaba la tarea como elegir entre Kurt Cobain o Víctor Jara: tantos poetas nacionales, cuyo ascenso se pretendía imparable gracias a la fuerza de sus propias camarillas; tantos narradores de un solo volumen sin registro en las bibliotecas; tantos bustos imaginados, a la espera de un parque donde pudieran ser cagados por las palomas…No, no lo era. Tampoco fue fácil para él, cuya fama tenía mucho de accidente, de diaria labor de ensalzamiento, pose iconoclasta y reverencia consecuente. Cortesano, llegó a decirse a la mitad del vuelo.
A punto del colapso, Bolaño miró esa magma negra llamada Atlántico. Recordó la escena en que uno de sus personajes topaba en un parque del DF con Paz. La agria recriminación por los finales perdidos. El autor recobró la confianza: recordar la lucha, vertida en su expresión literaria, fue útil para superar el episodio, concluir la playlist y escribir unas cuantas parrafadas que destinaría a su nueva novela interactiva.
Respiró profundamente y dedicó un pensamiento al poeta laureado, muerto antes que él.


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