Vibras - feat. Thom Yorke
November 5, 2019•824 words
Las posibilidades de una colaboración entre la faceta dj de Thom Yorke y el reggaetonero J. Balvin surgieron después de que éste posteara una foto juntos a la salida de una de las presentaciones de Yorke, en abril del año en curso. Balvin, cuya lucha contra la depresión crónica había sido capitalizada por su equipo de PR, afirmó que el encuentro con Yorke fue «espontáneo» y «positivamente transformador», lo que significó un giro drástico para su carrera, que sería muy bien aprovechado por su mánager y estrategas. Por los lados de Yorke, absorto en la promoción de Tomorrow Modern Boxes -un conceptual IDM que no cuajaba en ventas e impacto cultural- al parecer fue un episodio anecdótico, de escasa relevancia, dada la forma en que sus PR manejaban la sofisticada, en ocasiones hermética, imagen del artista: en ese momento, crítica y medios generalistas ponderaban la alta estima que éste tenía de la naciente obra de Billie Eillish, por lo que un devaneo after con un cantante urbano, ajeno a la órbita creativa del líder de Radiohead, no superaba dos o tres segundos de exposición en TMZ. Sin embargo, los meses siguientes vieron el florecimiento de un Balvin cercano, espiritual y musicalmente, a Yorke. Algunos de sus singles más ponderados de esa época cuentan con loops y sampleos de The King of Limbs, The Eraser y Amnesiac. El colombiano, quien lanzaba producto cada semana, entró en una onda introspectiva, autorreflexiva y críticamente meta, muy bien recibida por Pitchfork; en una de sus reseñas subrayaron los vasos comunicantes entre la propuesta urbana y la pintura gélida de Bloom, Morning Mr. Magpie, The Pyramid Song, envueltos en la cadencia, tan cercana al género urbano, de Lotus Flower. La apropiación cultural, un término tan caro a los sociólogos y antropólogos del tercer mundo, apareció en boca de comentaristas musicales de Estados Unidos e Inglaterra, sorprendidos por la evolución estética y temática del colombiano. El norte se tomaba al sur y el reggaeton, un género feminista, bailable y rompe pistas, comenzó a moverse en ese sentido luego de la aprobación mainstream anglosajona. Al principio con rechazo, lo que traía buenos recuerdos a los más avezados, que comparaban la deriva de Balvin con la «traición» de Bob Dylan al folk: Maluma, su epígono fashionista, quedó relegado al olvido cuando intentó copiar a Blur; Bad Bunny postergó su álbum colaborativo dada las reiteradas ausencias del artista, tanto en el estudio como en los grupos de WhatsApp compartidos; los puertorriqueños no estaban entusiasmados en procesar una asimilación más y Rosalía, preocupada porque su carrera estaba estancada en España, decidió hacer un Almodóvar y firmó un contrato con Amancio Ortega para una línea de chonis transgénero que serían la inspiración de su siguiente álbum, un flop absoluto del que aún no se recupera. Mientras Balvin se adentraba en la sonoridad temática y estilística de Yorke, éste aparecía más colorido y expresivo en su outfit y sonido. Percibido como curiosidad, los comentaristas dejaron pasar las primeras fases de un Yorke exultante y performativo, más cercano a Flying Lotus y Thundercat, que a Four Tet o Burial; pero no pudieron seguir haciendo la vista gorda cuando Thom, en un deje kardashiano, abrazó la rudeza básica del género urbano en demos de lo que sería una colabo entre Balvin y él, filtrados al parecer por Nigel Goodrich, muy preocupado por el devenir de quien fuera protegido y amigo. El tema dio de hablar el resto del año mientras Balvin, ahora mejor amigo de Michael Stipe, se mostraba abierto a seguir la línea de referencia sexual que Sam Smith promulgaba en sus conciertos. La crítica mantuvo las alabanzas al colombiano al tiempo que cobraba, implacable, los devaneos al inglés que, por lo visto, se remontaban a las épocas de Ok Computer. Algunos asociaban ese resentimiento a la pérdida de la aureola de alguien pretendidamente impoluto. Como si de cualquier Chris Martin se tratara, Pitchfork ocultó de su web las críticas favorables a Radiohead y a la obra solista de York. Hasta The Sun se involucró al publicar una foto de Ed O´Brien, Phil Selway y los hermanos Greenwood, Johnny y Colin, haciendo a Thom de lado en el estudio de grabación. Para año nuevo, la colaboración sugerida no había cristalizado, mucho menos la BSO de Yorke encomendada por Netflix. A su manera, los PR de ambos desmintieron cualquier rumor que vinculara a los artistas; Balvin, en tono comedido, ponderado y distante, definió a Yorke como su «gran influencia» mientras la gente de Thom borraba de Internet cualquier vínculo relacionándolo con el colombiano, tratamiento parecido al lanzamiento del último álbum de Radiohead, ése, el de 2016.
Sin embargo, en la web profunda se encuentra una edición curada y remixada de Vibras hecha por Thom, cuyo precio en bitcoins está al alza. Será canónica, por supuesto, como Yhandi, de Kanye, liberada por su suegra, Caitlyn, en venganza por las bromas del gran amigo del artista, el comediante Dave Chapelle.